Propiedad privada
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2010
“¡Quieto parao! ¡Estás en propiedad privada!”
Detuve mi caballo y miré abajo, al negro agujero del cañón de una escopeta de caza que intentaba apuntar a mi pecho entre los temblores de la anciana mano que la sujetaba. Siguiendo la longitud del cañón me encontré con una cara curtida, desgastada, cascada por el viento y el sol del campo, de la que asomaban unos brillantes ojos azules que me miraban con aire de sospecha e intriga.
“Amigo” dije “Ya no existe eso que llamas propiedad privada. ¿Cuánto hace que no vas al pueblo?”
Bajó el cañón y ahí se quedó, estupefacto, con la mirada fija en el culo de mi caballo.
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