Sara escuchaba el
parloteo de sus amigas de fondo, sin hacer mucho caso. Intentaba
centrarse en la conversación telefónica que mantenía un desconocido
tres mesas más allá.
“No, ya te he dicho que no. Ni de coña vuelvo a trabajar con esa diva engreída. Después de la que me montó la última vez.”
Había algo llamativo en sus facciones. El tío era guapo, aunque
tampoco de los que la hacían derretirse normalmente. Era bastante
atractivo, con cierto aire interesante.
“Aitana es perfecta para el papel. El guión le encaja como un guante. Y además, sabe trabajar con la gente. No me compares.”
A su lado Cris y Sonia seguían parloteando. Comentaban sus éxitos y
fracasos en los exámenes. Estos temas a ella ya no le preocupaban.
Acababa de terminar, pensaba pasar el verano disfrutando y luego ya se
vería.
“Mira tío, por más que te empeñes sabes que no
va a ser. Llama a Tomás si quieres, pero no vas a cambiar las cosas.
Ya he hablado yo con él y estamos de acuerdo.”
Empezaba a pensar en algún viaje. Tal vez sudamérica. Tal vez debía
mirar la beca que le había comentado su primo para Nueva Zelanda.
“Por cierto recuerda que tengo lo de Tokyo la semana que viene. Dejo a Carlos a cargo, aunque estaré pendiente.”
Sara frunce el ceño por un momento, las casualidades para ella son
sólo señales que esperan ser reconocidas. Y este tipo, desde que lo vio
sentarse, tenía cierto magnetismo que le llamaba.
“Pues por eso mismo lo dejo. Alguien tiene que echarte el freno. Mira
tío, te manejas de vicio pero tienes que saber cuando parar”
En los ojos del desconocido intuía contradicciones. Los rodeaba un
halo de cansancio, pero brillaban con la intensidad y energía de un
niño.
“A ver, después de que te tirases a su novia,
¿cómo coño quieres que reaccione? Pero él, a diferencia de ti, es
competente, él sabe separar el negocio de sus cosas. Si tienes una
buena idea, sabrá verlo.”
¿Cuantos años tendría? No
aparentaba más de 24 o 25. Por su ropa, por su aspecto, parecía un
estudiante más tomándose una cervecita en una terraza. La conversación
telefónica dejaba evidente que esto no era así.
“Mira tío voy a colgar. Puedes seguir hablando si quieres.”
Tan pronto como cuelga el teléfono, el desconocido parece perder
toda la energía que tenía en la conversación. Se le ve cansado, y a la
vez desahogado. Como si acabase de soltar una gran carga. Se echa las
gafas de sol sobre los ojos, enciende un cigarro y se reclina en la
silla para disfrutar del sol de primavera de la Alameda.
Sara siempre fue impulsiva. Siempre se dejó llevar por sus
instintos. Con su último año de audiovisuales terminado, sin
perspectivas de trabajo próximo, y ahí aparece una oportunidad. No va a
dejarla pasar, eso no iría con ella.
Sara se levanta
de su asiento, sus amigas siguen charlando, la miran un segundo pero
ya la conocen como para no preguntar. Sólo se miran entre ellas y
comparten una sonrisa cómplice. Sara camina hacia la mesa del
desconocido, que disfruta tranquilamente de su cigarro, su cerveza y
el sol en su piel. Se planta a su lado, de pie, le bloquea el sol. El
desconocido gira la cabeza, la mira a través de sus gafas de sol. Sara
pregunta: “¿Está ocupada esta silla?” Y antes de que el desconocido
pueda contestar, se sienta.
“Así que Tokyo ¿eh? ¿Me llevas contigo?”
“¿No tienes exámenes o algo así?”
“No, acabo de terminar.”
“¿Y para celebrarlo decides ir a Tokyo con el primero que te cruzas?”
“Es mejor que viajar sólo, ¿no crees?”
“¿Qué te hace pensar que voy sólo?”
Sara se levanta, le ve interesado, pero el juego de las preguntas empieza a aburrirle, así que decide lanzar su envite.
“Está bien, si no quieres que te acompañe me iré.”
Se da la vuelta, al momento una mano agarra su muñeca. El contacto
envía un escalofrío por todo su cuerpo, una extraña mezcla de
excitación, miedo y victoria.
“Espera,” dice el desconocido, “deja que te invite a algo”
El desconocido le hace una señal al camarero, indicándole que traiga
dos cervezas. A Sara le descoloca un poco que ni siquiera le pregunte,
pero era lo que iba a pedir de todas formas así que se sienta.
“¿Cómo te llamas?” pregunta el desconocido.
“Sara”
“Sara, encantado. Me llamo Luis. Deja que te pregunte algo. ¿Tú prefieres ser cazadora o presa?”