Escucho las sacudidas de la puerta, el tintineo de las llaves en la cerradura. Me levanto, voy hacia ella, con miedo. Me mantengo detrás. Miro las llaves. Debería asegurarme de que está cerrado, pero las llaves tiemblan, y temo que al tocarla abra la puerta por accidente.
Pienso que ya he soñado esto antes. ¿Soy consciente de que
es un sueño? No sé si lo he soñado, o si en el sueño pienso que ya ha pasado
otras veces. Intento discernir algo, alguna identidad a través de la mirilla,
pero fuera está oscuro y quien quiera que intenta entrar no está a la vista.
Sólo sé que está agachado a la altura de la cerradura y me imprime la sensación de una presencia animal.
Intuyo que busca algo en el piso. Lo que busca no tiene que ver conmigo, pero si consigue entrar me matará. No entiendo nada. No hay nada en el piso. No hay
nada, sólo mis cosas, algunos cuadros y una urna que quedaban cuando llegué, guardados
en un altillo.
Estoy muerto de miedo, sé que si entra va a matarme. Me
quedo acurrucado detrás de la puerta. Intento golpearla, pedirle que pare, pero
no me sale la voz y mis golpes son muy débiles. Tengo miedo de que me escuche, aunque sabe que estoy aquí, al otro lado. No me atrevo a llamar a nadie.
No me atrevo a moverme de detrás de la puerta. No me atrevo a tocarla, ni a tocar las llaves. La
puerta retumba con sus intentos por forzarla. Pienso en lo que me va a costar
dormir después de esto. Después de despertar de este mal sueño.
Al final despierto, esta vez de verdad, estoy en mi cama. Me
quedo algo más tranquilo. Sólo ha sido un sueño. La puerta no ha temblado. Ni
ha pasado otras veces. Creo no haberlo soñado otras veces. Sólo sé que la
angustia era demasiado real. La impotencia demasiado real. Me queda un regusto
extraño. Como si el que intentaba entrar a la fuerza, a fin de cuentas, fuera
yo.
1 comentario:
El mejor de los hasta ahora publicaste .
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