Mira al infinito con la boca seca.
Bebe un litro de agua de golpe, y deja que se asiente en el
estómago, pero nada. La boca sigue seca. Hay una sed que por mucho que beba
jamás consigue apaciguar. Intenta concentrarse en algo más, pero la sed lo
cubre todo.
A su izquierda, un borrón intangible. Le dice que mire
adelante. Le dice que olvide la sed. Le dice que camine hasta la línea azul que
se divisa al fondo. A su derecha, un bloque de hormigón sólido, una presencia
permanente que le habla de las delicias del líquido que deja atrás. Echa un
vistazo hacia atrás, a la línea verde. Desprende luces invitadoras, acogedoras.
Pero ya ha bebido de ese líquido y no consiguió saciar su
sed.
El líquido que se halla en la línea azul, por otra parte,
hubo un tiempo que sirvió. Aunque nunca por mucho tiempo. La sed nunca se calma
por completo, sólo por un tiempo. Puede que haya otras líneas de otros colores,
que tengan líquidos desconocidos. Tal vez alguna de esas esencias ayude a
calmar su sed.
El borrón de su izquierda tira de él. El bloque de la
derecha le ata, pero sus ataduras son cada vez más débiles. Tras un segundo de
incertidumbre, tira y arrastra esperando romper el hilo, y con pasos desgastados
comienza a andar hacia la línea azul, guiado por un borrón intangible, arrastrando
un bloque de hormigón.
Y siempre, siempre, con la sed insaciable en su mirada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario