domingo, enero 02, 2011

El virus.

Salí corriendo detrás de ella. “¡Natalia espera!” le grité, pero no parecía oírme. A los pocos pasos ya la había perdido y no quedaba ni rastro de ella en la calle. Miré en un pasaje cercano pensando que estaría allí, y por un momento vi su imagen, sentada en el suelo, abrazando sus rodillas, consolándose ella sola por el trauma que acabábamos de recibir. Pero fue sólo un fragmento de mi imaginación.

Miré el arañazo en mi muñeca, junto al reloj, e inmediatamente supe que todo cambiaría. Que ese arañazo marcaba un final a cualquier sueño y esperanza de una vida normal que pudiera albergar. Podía haberme quedado con la esperanza de que un test resultase negativo pero no confiaba en ello. Este nuevo virus nunca había perdonado antes.

Natalia sólo había querido ayudar. Había estado impartiendo ese curso durante unos meses, intentando ayudar a gente sin medios. Y cuando todo acabó quiso ir allí un día, a dejar por el centro material y libros con los que pudieran trabajar. Eran cosas que le sobraban, que no le hacían falta. Siempre fue capaz de desprenderse de cualquier cosa por echar una mano.

Me pregunto si seguirá siendo así después de haber tenido en su boca el cañón de una pistola empuñada por un chaval de no más de 14 años.

Yo iba a acompañarla, a ayudarle a cargar con todo hasta el centro. No estaba situado en un mal barrio, pero toda esa manzana estaba comunicada por sótanos. Para intentar acortar camino preguntamos en una cafetería cercana si podíamos ir a través de su sótano, y sin hacernos mucho caso nos señalaron una escalera cercana. Al bajar sólo había una puerta.

Los sótanos eran espaciosos, iluminados por fluorescentes como un garaje. No se veía nadie cerca. Tan pronto como nos adentramos comenzaron a salir. Todos ellos tenían rasgos en común. Los ojos hundidos, moratones por el cuerpo. Evidentemente estos sótanos eran un refugio para drogadictos.

Ellos fueron los primeros en caer cuando surgió este virus. Todos ellos víctimas del mismo. Bajar por aquí había sido mala idea, muy mala idea. Natalia empezó a andar hacia atrás, de vuelta a la puerta. Pero nos rodeaban por todas partes. Por suerte, el efecto de la heroína en su sistema estaba aún presente, ralentizando el estado natural violento que provocaba el virus. Vi cómo se acercaba a mí una chica, rubia, demacrada, destrozada por las drogas. Cogió mi muñeca e intentó agarrar mi reloj. Su otra mano aún sostenía una jeringuilla, me solté como pude, pero ese arañazo que ahora me sentencia fue inevitable.

Me giré como pude y vi a Natalia, de rodillas en el suelo, llorando, con el cañón de la pistola en su boca. No era más que un chaval. El pelo tapaba sus ojos pero sabía lo que habría en ellos, el fuego rojo de la violencia, el virus reclamando sangre. Empujé a la chica que me había arañado y cayó al suelo, y en ese momento el chaval se giró a mirarme. Natalia aprovechó para atravesar la puerta y salir corriendo a la superficie.

Los libros y materiales para el centro quedaron abandonados en ese sótano. Salí corriendo detrás de ella. Nadie intentó detenernos. Nadie sabía. O a nadie le importaba.

3 comentarios:

Nando GM dijo...

NOTA: Este relato es un sueño con el que me he despertado. Como suele pasar, al poner los sueños en papel hay detalles que se pierden y detalles que se añaden.
Los sueños, como sabemos, no son más que la herramienta que utiliza nuestro cerebro para organizar nuestras ideas, pensamientos y recuerdos. Un defragmentador, por así decirlo.

Parte del personaje de Natalia está influenciado por alguien que conocí ayer, pero no todo. Natalia no es nadie real, es una amalgama de recuerdos y memorias, mezclando el aspecto físico de una chica punk que ví en el metro ayer con trazas de personalidad de varias personas que me he ido encontrando últimamente. Me gustaría haber profundizado más en ella en la redacción, pero, a pesar de que en el sueño la conocía y podría hablar mucho más de ella, nada más de su personaje es relevante al relato.

El virus no es más que un remanente de películas y series de zombis, que, aunque no son mi pasión, sí he visto en ocasiones. Aunque en el sueño no causaba todo lo que suele causar en este tipo de ficción, la correlación es clara.

Y no queda más por ver dentro de este relato por mi parte, más que nada porque el sueño ya se empieza a difuminar. Los sueños se escapan, siempre. Nuestro subconsciente siempre impide que entremos demasiado en aquello que no comprendemos del todo.

De todas formas, como tantas otras veces, es tan sólo un sueño que me he visto capaz de volcar. Espero que sea de vuestro agrado.

Anónimo dijo...

mucho mejor escrito el comentario que el sueño en sí jajajaja muy buen comentario! tal vez deberías tomar esa voz para narrar...

Nando GM dijo...

Tal vez... pero, ¿qué voz? ¿Qué las diferencia? Pregunto sólo con ánimo de mejorar.